“Transcurre
pero no pasa” es la frase con la que comienza
László Krasznahorkai la novela, Melancolía de la resistencia. Hace
referencia a que las páginas escritas
que se van a leer a continuación son solo una ficción, por mucho que los hechos
y personajes se puedan parecer a la vida real.
El director de cine húngaro Béla Tarr,
sigue el mismo principio en el documental de ficción rodado en la “puszta” la
gran llanura húngara, Utazás az Álföldön (Viaje por la Llanura
(1995):
“Transcurre pero no pasa”.
Transcurre el tiempo, transcurre el
paisaje, transcurren los lugares y transcurren los textos del poeta Sándor
Petofi.
Todo el cine de Tarr está ahí:
Planos secuencia largos y lentos,
movimientos de cámara envolventes, travellings acompañando el movimiento del
narrador… desplazamientos del personaje por un espacio real, pero sin
referentes, indiferenciado...
La puesta en escena está al servicio del
mundo interior reflejado en la voz del narrador, a su vez demiurgo del poeta.
"Mi vela oscila
débilmente
Estoy solo…
Ando en
círculos por mi habitación.
De mi boca
cuelga mi pipa.
Los fantasmas
del pasado planean sobre mí.
Ando, ando y
veo…
La sombra del
humo en la pared
Y reflexiono
sobre la amistad."
El poeta es el único que puede entender
lo que hay más allá de la noche, expresa el rostro enmarcado por la pátina
dorada de una lámina de agua mansa crepuscular.
“Solo los
lunáticos lo escuchan, cuando llega la terrible hora febril… y también el
moribundo cuando su vida cuelga de un par solo de hebras de telaraña; uno más
lo escucha, un tercero: el poeta que sueña despierto, el poeta meditativo
entiende los misterios de esas voces fantasmales pero no puede hablar de ello.
No le
preguntéis…
Lo olvida en el
momento en que llega.”
En Tarr como en Brueghel, el acercamiento
al paisaje siempre es real, se produce por inmersión, lentamente. El mundo
sigue girando, la gente trabaja en sus quehaceres, como en “La Caída de Ícaro” y
ni se dan cuenta de la gran tragedia que sucede a su lado.
Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569) Paisaje con la caída de Ícaro 1554-55 Óleo sobre lienzo
«Ningún arado se detiene porque un hombre muera” Proverbio flamenco.
"Aquí estoy en
medio de la llanura rígido como una estatua.
La planicie
está cubierta por un silencio sepulcral.
Igual que un
cadáver se cubre con un sudario.
A lo lejos
siega un hombre, se detiene, afila su guadaña…
El sonido no me
llega, solo veo el movimiento de sus manos.
Y ahora mira
hacía aquí.
Se fija en mí,
pero yo ni siquiera muevo los ojos…
¿En qué piensa
que estoy pensando?"
Brueghel se disfrazaba de campesino y se
hacía pasar por un invitado para asistir a las bodas del pueblo llano y tomar
apuntes para sus cuadros.
Tarr utiliza a la gente real que vive en
los pueblos, aldeas y ciudades pequeñas a la vez que actores profesionales. Los
espacios son los propios lugares que conocen y frecuentan, los campos, las
calles embarradas del pueblo, las propias casas y tabernas donde se emborrachan
y desahogan las penas, multitud de detalles insignificantes, prescindibles son
recogidos por la cámara, hasta los mosquitos que asedian al narrador.
"La vida ni
siquiera vale más que una vasija rota que se cae de la cocina y en cuyos bordes
el viejo mendigo lame la comida reseca."
Las obras de Tarr sugieren cierta metafísica. Lo
consigue creando una sutil tensión visual entre lo onírico y lo hiperreal, aproximándonos
a otra forma de conciencia. Lo hace a
través de la firme creencia, de que es la poesía y el arte, lo único capaz de
colocar a los seres humanos en un nivel más allá de la contingencia diaria.
Y esto me acerca al espacio de Giorgio de
Chirico, donde algo tan real como una plaza, es despojada de sus atributos
contingentes, como el bullicio de la vida, parando los relojes.
Chirico sabe que el tiempo y el espacio son
solo una ilusión y los representa abstrayendo y sintetizando el espacio que es
luz y sombra. La luz, es luz solar, se hace dura y por tanto cegadora, y la
sombra se hace negra pues una propiedad de la sombra, es la oscuridad. La
tensión que se produce entre una y otra, la lucha no resuelta, es el tema del
cuadro.
Quizás la obra más conocida de Béla Tarr
sea Werckmeister Harmóniák (2000) y
en ella se produce esta tensión permanente, siempre a punto de estallar sin que
esto suceda del todo. Hay una escena en que los protagonistas Janos y su tío el
profesor György Eszter pasean por la ciudad, es parte de un plano secuencia
largo, transcurre del minuto 1:05:19 al 1:07:00. El punto de vista del paseo es un plano corto. La cámara los sigue enmarcando solo sus rostros, como si
ésta fuera un caminante más a su lado, solo se oye el sonido rítmico de los
pasos y el viento en contra. La propia escena es un modelo visual de las dudas
del profesor György Eszter, sobre la principal autoridad teórica musical Andreas
Werckmeister y su teoría de las armonías tonales. Eszter lo culpa del callejón
sin salida al que ha conducido a la estética musical, y piensa en una nueva teoría
completamente distinta que permita que entren los sonidos de la vida.
Tarr nos presenta la otra vía, los ritmos
de los pasos, la vida es música, los sonidos corrientes, pueden tener una belleza
diferente de la canónica, sí, pero belleza al fin.
"¿Qué es de la
risa?
¿Qué, del
suspiro cuando se apaga su sonido?
¿Y qué es del
cerebro cuando deja de pensar?
¿Y el amor, y
el odio, cuando se van del corazón?"
Béla Tarr, Werckmeister Harmóniák (2000) corte del paseo 1:05:19 a 1:07:00. min. from Antonio Rabazas on Vimeo.
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